En la entrada anterior (aquí) hacíamos referencia a la importancia de controlar el espacio de una imagen que presenta un nivel aceptable de nitidez o enfoque.
Controlar esta cantidad de imagen enfocada, consiste básicamente en controlar la profundidad de campo. Por lo tanto, podemos decir que la profundidad de campo es el espacio dentro de una imagen que aparece nítido y que se extiende tanto delante como detrás del punto de enfoque. La amplitud de esta profundidad de campo dependerá de diferentes factores como la distancia focal empleada en la toma, la apertura escogida para el diafragma y la distancia que nos separa del punto de enfoque.
Manejar con soltura cómo influye modificar uno u otro parámetro sobre la profundidad de campo (DoF, siglas en inglés de Deep of Field) es importante para obtener el máximo rendimiento a la hora de realizar la imagen.